Los orígenes grecorromanos del topónimo ‘Sagres’

Los orígenes grecorromanos del topónimo ‘Sagres’

Las primeras referencias escritas relativas a la región de Sagres tienen sus orígenes en el siglo IV antes de Cristo

Podemos retroceder hasta el siglo IV antes de Cristo para rescatar las primeras referencias escritas relativas a la región de Sagres, concretamente a su Promontorium Sacrum (Promontorio Sagrado). Son de la autoría del historiador griego Éforo de Cime y se encuentran en su Historia Universal.

En la última década del siglo II a.C. el geógrafo griego Artemidoro de Éfeso visitó la Península Ibérica, siendo autor de una Geographia dada como perdida. El conocimiento de la obra de Artemidoro nos llegó de la mano de otros autores antiguos que a ella, directa o indirectamente, aludieron o de ella buscaron noticias, en particular Estrabón en el siglo I a.C. y Rufio Avieno en el siglo IV d.C.. Muy recientemente se reconoció un fragmento del texto supuestamente perdido, en un papiro encontrado en Egipto, en Antaiúpolis. Este precioso manuscrito preservó parte de un texto relativo a la Península Ibérica, teniendo para nosotros particular interés la visión de la época sobre el territorio de Sagres (siglo II a. C.).

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Estrabón será uno de los autores que posteriormente, en el siglo I a.C., hará  la que se referencia al relato de Artemidoro. ¿Será este historiador, geógrafo y filósofo griego que, en el libro III de su Geographia, «bautiza» el gran cabo del “fin-del-mundo” Mediterráneo como Hieron akrotérion (Promontorium sacrum), describiéndolo de la siguiente forma y refiriéndose a sus predecesores, Éforo y Artemidoro:

«Es la elevación más occidental, no de Europa, sino de toda la tierra habitada (…) Artemidoro afirma que estuvo en este lugar que lo asemeja a un navío (…) Asegura que no se ve allí ningún santuario ni altar a Héracles (en esto mente Éforo), de él o de algún otro dios, pero que en muchos sitios hay grupos de tres y cuatro piedras, que son por los visitantes volcados, en virtud de una costumbre ancestral, y desplazadas, después de ellos hacer libaciones; y que no está permitido hacer sacrificios ni acceder de noche al lugar, por decirse que en ese momento es ocupado por los dioses, pero los que llegan para contemplarla pernoctan en una aldea cercana y por la mañana, siguen hasta allí, llevando consigo agua que este lugar carece» (Estrabón, Geographia, III, 1, 4-5, apud Loução, 2011).

Esta es de hecho la descripción más antigua escrita sobre la región, conteniendo líneas que permiten fijar algunos sugestivos considerandos: aún en el siglo II a.C., en la insigne visita de Artemidoro, algo muy especial pasaba sobre la plataforma del Cabo … «una costumbre ancestral», un ritual antiguo que implicaba libaciones a ‘dioses de piedra’. Parece obvio que los «grupos de tres y cuatro piedras» a que Artemidoro se refería serían menires, monumentos megalíticos que hace unos 2.400 años todavía conservaban una utilidad vocación mágico-religiosa, aunque distante de la original, prehistórica.

Por otro lado, cabe destacar que Estrabón desmiente a Éforo cuando éste refiere la existencia, en el Promontorio de Sagres, de un templo o altar dedicado a Héracles (Hércules) o a cualquier otra divinidad. Sin embargo, hay que tener en cuenta que la información de Éforo se produjo en el siglo IV a.C., mientras que Artemidoro ha visitado el lugar cerca de 300 años después, en el siglo I a.C. En esta perspectiva, no se excluirá la hipótesis de que el mencionado santuario, mencionado por el más antiguo de los dos autores, haya sido entretanto destruido o pasado desapercibido en la visita de Artemidoro.

Ya en nuestra Era, en el siglo II d.C., Cláudio Ptolomeo, científico griego con sede en Alejandría (matemático y astrónomo), produjo, en su calidad de geógrafo y cartógrafo, su obra más extensa – Gheograpfiké Uféghesis, más conocida como Geographia. En sus 8 volúmenes compiló todo el conocimiento geográfico grecorromano, legándonos el más antiguo documento cartográfico conocido para la región de Sagres – una representación cartográfica de la costa portuguesa que incluye interesantes detalles de los recortes de Sagres.

Por último, el ineludible texto Ora maritima, escrito por el poeta latino Rufio Avieno, en el siglo IV d.C., eventualmente recuperando el antiguo Périplo masaliota, del siglo IV a. C. Se trata de un poema de descripción geográfica, comprendiendo las costas europeas de la actual Francia, hasta la Península Ibérica. Se reviste de particular importancia pues nos da una descripción de los pueblos que habitaban el territorio hoy portugués y de su dispersión espacial.

Parte de la Península Ibérica está en este poema llamada como Ophiussa, literalmente «Tierra de serpientes». Conforme a Avieno, Ofiussa era habitada por los Estrímnios, un pueblo posiblemente representante de la cultura megalítica europea. Avieno recupera una leyenda según la cual los Estrímnios fueron ahuyentados de sus tierras por una invasión de serpientes, fábula que dio origen a las más variadas interpretaciones, en particular del ilustre arqueólogo alemán, Adolf Schulten (1870-1960), que tradujo la «invasión de las serpientes «como una simbólica metáfora para los Saefes, pueblo celta que habría migrado y expulsado a los Estrímnios.

Avieno también produce preciosas referencias sobre los indígenas del sur, los Cinetes, gentes que habitaban la región entre el Río Enanas (el Guadiana) y el Cabo Cinético (Cabo de San Vicente). El topónimo «Cinético» aludía a los Cinetes, pueblo que dominaba el Cabo Sagrado. Según el autor, el Cabo Cinético era dedicado a Saturno, marcando una finisterra de frontera entre ‘el fin del mundo’ y el Océano, habitado por muchos monstruos.

Texto y fotografía: Ricardo Soares, arqueólogo del Ayuntamiento de Vila do Bispo.

Categories: Cultura
Tags: Sagres

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