Ruta de las aldeas

Ruta de las aldeas

La ruta de las aldeas pasa por Albufeira, Ferreiras, Alte, Boliqueime y Vilamoura, entre otros puntos.

En un abrir y cerrar de ojos, seremos testigos de un salto exponencial entre la población cosmopolita y el paisaje de jaras. Se insinúa al norte, al lado del Algarve de los calores en bikini; de los callejones que trasladan olores a gente y a comida de pescado a la parrilla; de los atardeceres entrecruzando nuestras miradas en negativo con la bola de fuego suspendida, todavía indecisa entre azules; de otras esferas de fuego que brillan, plateadas, giratorias sobre la aventura de las cabezas errantes en la noche.

Al lado del Algarve frenético, de gentes, paisajes y vidas en contraste, hay otro, de poblaciones blanqueadas, menos vítreas, rocas centenarias y trazos de alquitrán deshecho rompiendo continuos dorados.

Del Algarve fresco del mar y caliente de la multitud, pasamos a ese otro de los testigos del tiempo, los muros de los castillos, destrozados por el viento y rehechos por los hombres, en Paderne. De camino nos asomamos sobre hileras de casas en Alte, navegamos con los ojos a lomos de los cisnes de la pequeña fuente, sumergimos la cabeza y el alma en el frescor del agua abundante: placeres de la aldea portuguesa que los hombres no han permitido que se estropeen.

Por el camino encontraremos orgías de colores en la ruta de las azoteas, gente de rostro arrugado, sudando en el peinado paisaje anacrónico. En el barrocal también se descubre una sierra gastronómica.

Un mundo de contrastes en una minúscula porción del Algarve.

Resumen del Recorrido de la Ruta de las Aldeas

Dimensión del Recorrido: +/-98 km.

Itinerario: Albufeira » Montechoro » Ferreiras » Purgatório » Paderne » Alte » Espargal » Boliqueime » Vilamoura » Maritenda » Oura » Galé » Albufeira.

Acerca de la Ruta de las Aldeas

La Ruta de las Aldeas es un maravilloso viaje por los contrastes que posee el Algarve, entre la cosmopolita Albufeira, de magníficas playas, a la tradicional Alte, con su pintoresco caserío, pasando por las tierras floridas del barrocal, en el que cada curva de la carretera anuncia vistas panorámicas.

Después se distinguen nuevas aldeas, hechas para el ocio y el dolce fare niente, ensombrecidas por la frescura de los pinos, al lado de los más bellos arenales.

El mirador de Pau da Bandeira es un excelente punto de partida para un recorrido urbano por Albufeira, inicio de esta ruta.

Los acantilados rodean la playa Maria Luísa y la playa de los Pescadores, donde los barcos descansan a la espera de la hora de volver a bailar sobre las olas, componiendo un colorido cuadro.

Allí al lado, la zona comercial hierve de vida y animación. Por las callejuelas escarpadas llegaremos a la Iglesia parroquial (s. XVIII), con su imponente campanario. Vale la pena entrar y apreciar el retablo del pintor Samora Barros.

Albufeira fue construida por los árabes en la cima del Cerro da Vila, peñasco con pretensiones de península con una posición inexpugnable, de ahí que la llamaran Al Buhera (fortaleza). Antes de ellos, a los romanos ya les había gustado el lugar, conocido por Baltum, en donde instalaron artes de pesca. La integración de Al Buhera en el Reino de los Algarves no fue fácil. Solo al segundo intento, en 1249, se produjo la Reconquista cristiana a los moros.

El terremoto de 1755 destruyó prácticamente todas las construcciones. Por este motivo, se consideran como joyas la Igreja de São Sebastião (Iglesia de San Sebastián), que conservó su pórtico lateral manuelino (s. XVI) y la Igreja de Sant’Ana (Iglesia de Santa Ana), ambas del s. XVIII, y de traza inspirada en la arquitectura popular.

La Capela da Misericórdia (Capilla de la Misericordia) sustituyó, a su vez, a la antigua mezquita árabe y conserva de la edificación gótica (s. XV) el pórtico, el arco triunfal y el ábside.

De las murallas del castillo solo queda una torre de defensa de la Puerta del Norte, que pertenece actualmente a un restaurante.

Una larga avenida nos conduce a Montechoro, en una elevada colina, donde se acentúa la vertiente de zona de ocio, con múltiples propuestas para ir de compras. En las innumerables terrazas se oyen casi todas las lenguas del mundo.

Solo unos minutos y ya estaremos sumergiéndonos en un paisaje diferente, con pequeñas y simpáticas aglomeraciones de casas que se extienden hasta Ferreiras, 5 km al norte de Albufeira, donde se ven algunas de las casas típicas con platabandas, azoteas y chimeneas. Ahí tomaremos la EM 395, que a lo largo de sus curvas desvela molinos de viento y norias.

En la aldea con el extraño nombre de Purgatório tomaremos dirección oeste, y por la EN 270 llegaremos a Paderne, localizada en una suave colina con su blanco caserío antiguo que destaca en el paisaje circundante. Una interesante chimenea decorada del s. XVIII parece darnos la bienvenida.

Un espolón rocoso en torno al cual corre el río Quarteira exhibe en lo alto el castillo de Paderne, de origen árabe. Allí cerca, resiste intacto un puente románico que conserva una parte de la antigua calzada. La aceña y la acequia en la falda de la colina mantienen en funcionamiento un sistema tradicional de molienda. La frescura del lugar invita a un paseo, también recomendado porque los matorrales de alrededor esconden bellas orquídeas salvajes, de colores exuberantes y formas extrañas.

Por entre las colinas que se van elevando para formar la Sierra de Caldeirão llegaremos a Alte. Apetecen las aguas frescas de Fonte Grande y Fonte Pequena. Apetece seguir por las calles de la aldea el sendero de las chimeneas con filigranas y las coloridas platabandas hasta su Iglesia parroquial.

El templo primitivo fue fundado por Doña Bona, mujer de Garcia Mendes da Ribadeneyra, segundo señor de Alte, a finales del s. XIII, como agradecimiento por el regreso de su esposo de la octava cruzada en Palestina.

Otra mujer se encuentra en el origen de la leyenda sobre el nombre de la aldea.

Una campesina rica y respetada tenía su finca en Freixo Verde y se había habituado a que el cura solo oficiase misa estando ella presente en la única ermita de toda la parroquia. Hasta que un día, cansado de los constantes retrasos, el cura no esperó por la hidalga. Ya venían de regreso los fieles cuando se cruzaron con la campesina que, indignada, ordenó a sus criados: ¡Alto! ¡Aquí haré una iglesia!

Con el tiempo, esa pasó a ser la iglesia parroquial y “alto” se transformó en Alte, en gran parte por culpa del acento serrano, en el que se “comen” el final de las palabras.

Alte es el lugar perfecto para comprar artesanía y para probar bollos cuyas recetas son dulces herencias de familia celosamente guardadas.

Una bucólica carreterita en la salida norte de Alte nos conduce por la tierra del esparto, del higo y de la almendra hasta Nave dos Cordeiros, seguido de Espargal y por último Ribeira de Algibre, retratos impresionantes de un Algarve genuino, celoso de su identidad.

Después de recorrer unos 10 km por la EN 270, un tramo de carretera particularmente bonito, llegaremos a Boliqueime en la ladera de una colina, al comienzo del barrocal.

Los mercaderes de Flandes ya importaban los mejores higos, almendras y algarrobas de esta zona. Si a esto le añadimos las magníficas naranjas, jugosas y dulces, tendremos una próspera comunidad.

Una de las mejores fincas pertenecía al célebre Escudero de Quarteira, Martim Mecham, que la recibió por donación del rey Don Dinis en 1297. La finca de Quarteira dio origen a Vilamoura, un lujoso complejo turístico construido alrededor de un bello puerto. Siguiendo hacia el este por la EN 125 hasta el acceso señalizado de Vilamoura llegaremos al mar por entre los campos de golf y los cuidados jardines de este centro vacacional.

El Parque Ambiental de Vilamoura es un triunfo ecológico y paisajístico. La garza imperial y el calamón común son las estrellas de este ecosistema, donde se pueden observar más de cien especies de aves. Por otro lado, el Museo y Estación Arqueológica Cerro da Vila ofrece a los visitantes un viaje imaginario por una villa romana del s. I, que da testimonio de que este lugar, tan apacible, ha atraído desde tiempos inmemoriales al hombre.

Vilamoura permite practicar innumerables actividades al aire libre, pero también es posible ir de compras por tiendas de nivel internacional, degustar menús de todo el mundo, asistir a espectáculos y tentar a la suerte en el Casino, o simplemente disfrutar de las amplias playas de aguas templadas.

Tendremos que regresar a la EN 125 e ir dirección al sur, a Maritenda, para acceder a las maravillas de la playa de Aldeia das Açoteias, la inusitada belleza de Olhos de Água, la playa Maria Luísa y de Balaia, hasta llegar a Oura.

El Algarve posee las playas más bellas de Europa y Oura integra una cadena de arenales recortados entre los coloridos peñascos que va desde la Playa de Falésia, al este, y se prolonga por el oeste hasta Galé, pasando por Castelo, las exclusivas Playa de Coelha, Playa de São Rafael y Playa de Baleeira. No nos resistiremos a la llamada de la arena fina y del mar azul turquesa, a la oportunidad de buscar una terraza y quedarnos allí, casi con los pies en el agua, disfrutando de la puesta del sol. También puede volver allí después cenar, para escuchar música y bailar en terrazas y locales al aire libre.

Además, son innumerables los restaurantes donde puede probar la gastronomía local. La sopa de conquilhas (almeja fina) perfumadas con laurel y cilantro, las caballas cocidas con orégano y las sardinas en tomatada son alternativas a las parrilladas, aquí sabiamente ejecutadas y muy, muy apetitosas. Y después, podrá perderse en la animación trepidante de las noches de Albufeira.

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